Decía George Lakoff que hay que salirse de la caja y dejar de pensar en los términos en que lo hace el contrincante político. No hay que pensar como él ni entrar en su marco conceptual (‘frame’). El lingüista estadounidense realizaba esta reflexión en su célebre libro ‘Don’t think of an elephant’ (No pienses en un elefante), en el que recomendaba a los demócratas no someterse al marco en que les encuadraban los republicanos.
Los conservadores habían desarrollado en Estados Unidos durante años un discurso articulado y un lenguaje eficaz. Eficaz porque reconocía el poder de nombrar, que es el de empotrar cada denominación en un marco conceptual que implica valores y sentimientos de los que las audiencias son generalmente inconscientes.
Los movimientos tectónicos que está experimentando la política española en los últimos meses (por el momento en las encuestas) tienen mucho de ‘frames’. “La nueva política” es en sí misma un marco conceptual. Se contrapone y en su definición la lleva implícita, a “la vieja política”, que vendría a ser “la culpable de todos los males”. Nombrar a “la nueva política” es nombrar futuro, cambio, renovación. Y en el lado opuesto está la vieja y casposa política “que nos ha traído hasta aquí, con su corrupción y sus malas artes».
Puede ser simple, dirán algunos. Y lo es. Pero funciona. ¿Acaso no es la arena pública de la política territorio abonado para la simplificación?
Tenemos dos marcos: la vieja política y la nueva política. Puedes hacer lo que quieras que salvo mantener a los más afines, cualquier ganancia de votos es francamente complicada si eres de ”los viejos”. Y eso es así, por mucho que intentes decir lo contrario como gato panza arriba. En cambio, si estas en el lado de “los nuevos” estás de suerte. El viento corre a favor. No pienses como un elefante (ni como dos).
Pero dentro de esa nueva política tenemos a su vez diferentes marcos. En un extremo se sitúan aquellos que van “contra la casta” y quieren torpedear la línea de flotación de la “vieja política”. Así, “casta” es igual a “vieja política”. Este movimiento surge como catalizador de un descontento social rampante. Y lo hace como fuerza de renovación, ante un modelo que «no ha funcionado», el de un grupo de poder que se habría «enriquecido» a costa de quienes estaban fuera de él.
Por el otro está quien ofrece “el cambio sensato”, que en sí implica oposición al “cambio rupturista”, que se infiere. Además el cambio hace referencia a cambio frente a esa “vieja política”. ¿Qué argumentos defiende el precursor del cambio sensato?: no bajar al fango de las guerras partidarias, no utilizar las “artes” de “la vieja política”, al tiempo que se muestra “tranquilo” frente al “agitado” o “incierto”.
Es este segundo marco es más completo porque realiza una doble negación. NO a la vieja política. NO a la incertidumbre. Cambio, sí. Pero cambio tranquilo. Este esquema ha utilizado el sistema de ‘frames’, pero ha dado un paso más allá, el del doble ‘frame’. Niega al grupo mayor y enemigo a batir “la vieja política” y niega al grupo que está a la altura. Para ello sirve “tranquilidad” frente a “rupturas”.
Sólo queda por ver qué marco se impondrá.